Andábamos pasando una
espectacular mañana en casa de D. Samuel Flores, como cada vez que visito mi
pueblo político, Villanueva de la Fuente. Como siempre, el trato en esta casa
es exquisito y así da gusto. Gusto porque los ganaderos y su mayoral rinden culto
al toro y por ende, al aficionado.
Pasan las horas y a pesar de
ello, no te cansas de ver a los samueles en ese marco incomparable que es El
Palomar. Regresas cada 14 o 21 días y te asombras (para bien o para mal) de la
evolución que siguen todos y cada uno de los animales herrados con la O partida
o con la F. Para bien porque el toro sigue su evolución y gana en trapío a
pasos acelerados, le ves otro aire, otra mirada, otra actitud más desafiante.
Para mal cuando algunos compañeros la toman con el chulo de turno, ese que
manda en el cercado, y le dan una paliza de miedo que lo dejan al borde de la
muerte o incluso acaban con él. Cosas del campo que no dejan indiferente a
nadie, a ningún aficionado y más si lo ves con tus propios ojos. Son los
misterios que esconde campo bravo.
“Vamos a dar un repaso al
futuro…” Y acto seguido entramos en el cercado donde aguardan los novillos con
guarismo 1, 2 y 3. A pesar de ser niños todavía, algunos ya apuntan formas.
Formas que se definirán a medida que pase el tiempo y decidirán dónde irá ese
toro en cuestión.
Muchos animales agolpados en un
inmenso cercado. Se empiezan a mover cuando oyen y ven el jeep acercarse hacia
ellos. Se mueven sin sentido o dirección fija. El objetivo es no sentirse
molestado por nuestra visita. Se esconden unos con otros. Parece que tienen
vergüenza y eso dificulta identificar a cada uno de ellos. Andan tapándose pero
ello no impide que descubran sus ya astifinos pitones y dejen entrever que aquí
habrá leña, seriedad y trapío.
Los vamos rodeando, vamos
intentando descubrir cuáles apuntan mejores hechuras, cuáles están más
entipados en la línea ibarreña que D. Samuel Flores ha implantado en su casa,
cuántos chorreados habrán, cuántos colorados y cuántos negros. Cuáles apuntarán
hacia Madrid o cuáles no sirvan probablemente por estar más fuera de tipo o más
pobres de cara. Un lujo que se convierte en vicio.
Y en medio de esa situación, en
medio de contexto y de ese contorno sucedió algo mágico. Como si entendieran lo
que allí hablábamos, fueron apartándose del jeep que en aquél momento se
encontraba rodeado de animales. Fueron apartándose lentamente.
Todos, salvo
uno.
Un animal permaneció inmóvil, mirándonos fijamente. No nos apartó la
mirada mientras sus hermanos se apartaban de él. Al final se quedó sólo. Sólo a
4 metros del jeep. Posó para la cámara enseñando su espectacularidad.
Y nos calló la boca de inmediato.
Jose, el mayoral de la casa, ya me había avisado. No había nada más que hablar.
Allí andábamos indagando y especulando sobre qué toro serviría para tal sitio,
cuál apunta mejor y cuál está mejor hecho… y de repente este toro nos calló la
boca. Fue como si este toro hubiera entendido todo cuánto estábamos debatiendo
y quiso quedarse allí para mostrarnos su singular y única belleza. Su trapío
desorbitado. Su astifinos pitones. Su pelaje. Sus perfectas hechuras. Aquél
Samuelón nos vaciló con una clase digna de un toro bravo.
Nos regaló un minuto de su
singular belleza. Sólo uno, pero habían valido por mil. Ya no había nada más
que hablar. Quedó claro quién mandaba allí. Al menos, quién era el “míster
España” del Palomar. Pasado aquel minuto en silencio sepulcral, este toro
siguió a sus hermanos, andando despacio tras ellos y muy, muy descolgado.
Espectacular lo vivido aquella
mañana de mayo. No perdamos detalle de este toro. Criar animales de semejante
trapío está al alcance de muy, muy pocas ganaderías. Y la casa Flores es una de
ellas.
De nuevo, agradecer a esta casa su exquisito trato. Es un privilegio poder disfrutar de estas imágenes en una casa ganadera de semejante solera. Agradecer a D. Samuel Flores Romano y a sus hijos, D. Samuel y D. Carlos Flores sus conversaciones, sus intercambios de opiniones y su enorme amabilidad. Y por supuesto, a su gran mayoral Jose, un joven aficionado que desempeña su labor con una pasión y rigurosidad digna de los mejores.
De nuevo, agradecer a esta casa su exquisito trato. Es un privilegio poder disfrutar de estas imágenes en una casa ganadera de semejante solera. Agradecer a D. Samuel Flores Romano y a sus hijos, D. Samuel y D. Carlos Flores sus conversaciones, sus intercambios de opiniones y su enorme amabilidad. Y por supuesto, a su gran mayoral Jose, un joven aficionado que desempeña su labor con una pasión y rigurosidad digna de los mejores.
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