Durante los últimos años, la ganadería de Gerardo Ortega ha
estado en boca de un gran número de aficionados, sobre todo de los aficionados
a los festejos populares y para ser más concretos, los aficionados de la
Comunidad Valenciana. El motivo no es otro que las dos o tres temporadas
seguidas que ha lidiado en las calles del Levante. Ejemplares extraordinarios,
que dieron un juego brutal, repitiendo y reponiendo sin parar. Más de una hora
seguida embistiendo, derrotando y moviéndose. Todos recordaremos aquellos
ejemplares lidiados en Puzol, El Puig o en Museros, donde aquél Desgreñado pasó
a formar parte de la historia del pueblo.
Pero no es sólo es emotivo por el que la ganadería de
Gerardo ha estado en boca de todos. También por su trapío. Los toros que ha
presentado en la CV han sido serios a rabiar. Con cara y cuerpo para una plaza
de primera fuerte.
Este año, la camada que pasta en Los Llanos quizá sea
diferente a la que nos ha tenido acostumbrados, pero no por ello peor. En
absoluto. Sin haber un toro exagerado, todo lo que espera a ser lidiado es
bonito a rabiar. Como dice el título de esta entrada, muy torera. Con las caras
en su sitio pero sin asustar. Con unas hechuras más armónicas imposibles. Con
volúmenes justitos, no hay ni uno grandón, pero en conjunto de gran belleza. Un número 23, rabón, es un tío y un número 24, muy parladeño, es un taco de aúpa.
Para muestra, un botón. Un gran número de estos toros se
lidiarán de nuevo en festejos populares. Como dice el propio Gerardo “yo tengo
que comer y que pagar facturas. No puedo esperar a cobrar una corrida un año y
eso en el mejor de los casos”.
Desde este rincón, desear suerte a Gerardo como ganadero –le
van a embestir, seguro- y como persona.
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