sábado, 13 de abril de 2019

Gerardo Ortega. La camada torera.



Durante los últimos años, la ganadería de Gerardo Ortega ha estado en boca de un gran número de aficionados, sobre todo de los aficionados a los festejos populares y para ser más concretos, los aficionados de la Comunidad Valenciana. El motivo no es otro que las dos o tres temporadas seguidas que ha lidiado en las calles del Levante. Ejemplares extraordinarios, que dieron un juego brutal, repitiendo y reponiendo sin parar. Más de una hora seguida embistiendo, derrotando y moviéndose. Todos recordaremos aquellos ejemplares lidiados en Puzol, El Puig o en Museros, donde aquél Desgreñado pasó a formar parte de la historia del pueblo.


Pero no es sólo es emotivo por el que la ganadería de Gerardo ha estado en boca de todos. También por su trapío. Los toros que ha presentado en la CV han sido serios a rabiar. Con cara y cuerpo para una plaza de primera fuerte. 

Este año, la camada que pasta en Los Llanos quizá sea diferente a la que nos ha tenido acostumbrados, pero no por ello peor. En absoluto. Sin haber un toro exagerado, todo lo que espera a ser lidiado es bonito a rabiar. Como dice el título de esta entrada, muy torera. Con las caras en su sitio pero sin asustar. Con unas hechuras más armónicas imposibles. Con volúmenes justitos, no hay ni uno grandón, pero en conjunto de gran belleza. Un número 23, rabón, es un tío y un número 24, muy parladeño, es un taco de aúpa. 

Para muestra, un botón. Un gran número de estos toros se lidiarán de nuevo en festejos populares. Como dice el propio Gerardo “yo tengo que comer y que pagar facturas. No puedo esperar a cobrar una corrida un año y eso en el mejor de los casos”. 

Desde este rincón, desear suerte a Gerardo como ganadero –le van a embestir, seguro- y como persona.
 

















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